Con su voz profunda, barba canosa y con la expresión de quien ha visto mucho, Linard Davies sirve a quienes necesitan que les guarden objetos poco convencionales en la Airport Travel Agency de San Francisco.
Linard cuida de los paquetes que las aerolíneas no quieren transportar o los pasajeros quieren dejar atrás. Y lo hace fiel a un lema: «no decimos que no».
En su página de internet, la Airport Travel Agency se describe como una agencia de viaje y centro de negocios que ofrece toda clase de servicios, desde fotocopias y notaría hasta duchas.
Pero su principal negocio es el depósito de paquetes. Por tanto tiempo como el cliente lo desee. Toda la vida, si es el caso.
«Kayaks, violines, equipo de windsurf, todo eso es normal para nosotros», le cuenta a la BBC Carol, quien ha trabajado con Linard desde hace más de veinte años, y quien se declara a sí misma «historiadora de la Airport Travel Agency».
«Una vez tuvimos un par de puertas talladas de Indonesia de tres metros y medio de alto. En otra ocasión guardamos el asiento trasero de un automóvil. En otra, un par de cuernos frescos. No sé si eran de antípole u otro animal, pero estaban frescos. Una vez tuvimos unas llantas enormes de un camión gigante».
«Y, por supuesto, nuestro objeto favorito y más famoso: las cenizas de una dama que había fallecido», explica.
La llaman «la abuela». Y parece destinada a acompañar a Linard y a espantar a sus empleados por siempre jamás. Pero de ella hablaremos más adelante.
El aeropuerto y el Chevy
Linard comenzó a trabajar en el aeropuerto hace más años de los que quiere recordar e inmediatamente se enamoró de la vida entre nubes… en tierra.
«Empecé detrás del mostrador. Un día le dije a mi esposa que sería sobrecargo, pero mi esposa dijo que no. Después le dije que sería gerente de estación. Aprendí todo lo que había que aprender y de esa cesta de cosas, saqué lo que puedo hacer mejor. Y eso es atención al cliente», relata.
No sería una tarea fácil.
«Solía tener un Chevy del año 86. Se lo compré a un pasajero por 50 dólares. Algunos recuerdan haberme visto durmiendo en él. Trabajaban 19, 20 horas al día, iba a la casa una vez a la semana».
«Todo eso es dedicación: cuando estás decidido, cuando tienes objetivos en la vida, trabajas más duro. No pones excusas. Un perdedor pone excusas. Un ganador encuentra soluciones. A mí me gustan las soluciones», explica.
Un día, en 1991, la Agencia le ofreció un puesto. Para 2004 estaba adquiriendo el 51% de las acciones.
Pero en el aeropuerto de San Francisco Linard no es sólo un pequeño empresario, sino todo un personaje.
«Creo que es muy solícito, que le importan sus empleados, su negocio y sus clientes», dice uno de los trabajadores de la agencia.
«Yo lo aprecio mucho. Siempre hace el esfuerzo extra», añade Isabel, una azafata que utiliza regularmente los servicios de Linard.
«Le digo a mis empleados que el cliente siempre tiene un problema», dice Linard.
«Y nosotros tenemos la solución. Mi trabajo es ser el mariscal de campo. Sólo tienes 12 segundos para encontrar la solución. Hasta ahora hemos mantenido ese record», se ufana, en conversación con la BBC.
Las cenizas de la abuela
Y eso incluyó el servicio que la agencia le otorgó a una clienta del estado de Georgia, en su camino a Corea del Sur. Aunque las cosas no salieron como estaban previstas.
«Quería guardar un par de bolsas. Desafortunadamente, fui yo quien las tomó. Eran muy pesadas. Levanté una de ellas y de repente se abrió y oí el tintineo de vidrio roto. Cuando vi el polvo blanco en el piso pensé, ‘oh, son cenizas humanas'», relata.
«Fui afuera y la dama dijo: ‘está bien, no hay problema. ¿Tiene una bolsa y una cucharilla?’. Se las di y la dama recogió un poco de polvo», continúa.
La dama siguió su camino, mientras que Linard, Carol y los demás se aseguraron de meter todo lo que quedaba de la urna y las cenizas en una bolsa, que descansa bajo la máquina de rayos X, al lado del escritorio de Linard.
Pero «la abuela», como la llaman cariñosamente, no es la única. En la última década unas 100 urnas con cenizas han pasado por la agencia de San Francisco.
La ducha robada
«Una vez vino un policía con una urna, diciendo que su papá estaba adentro y que necesitaba dejarlo por una semana. Creo que la tradición en su casa era que no podía tener a una persona fallecida cuando viene de visita la pareja», explica Linard.
«Solía pasar todos los días a preguntarme cómo estaba su papá. Yo le respondía: ‘está muy bien, no ha molestado a nadie'».
Como éstas, la agencia está llena de historias. Desde toda clase de consultas -como si se necesita un pasaporte para ir de San Francisco a Hawaii- hasta alguien que una vez pidió usar el baño para su perro.
Probablemente no signifique mucho para ti, pero sí para mí. Tú y tu madre hemos estado conversando. No en voz alta, pero es algo en lo que pienso todo el tiempo. Apreciaría que vinieras a San Francisco. Estaremos pendientes
No falta el que intenta pasarse de listo, como la joven que se «robó» una ducha (usó el servicio sin pagar) y se rehusó a admitir su delito aún cuando su cabello chorreaba agua y llevaba chanclas en los pies.
Pero, mientras atiende a una joven que necesita ayuda para desarmar una bicicleta que quiere llevarse en el avión, Linard no puede dejar de pensar en la abuela.
«He estado registrando por días los contratos, a ver si encuentro el teléfono de la cliente de Georgia, pero no es fácil», lamenta.
Y aprovecha los micrófonos de la BBC para enviarle un mensaje a la joven: «Si por casualidad estás leyendo esto, quiero que sepas que puedes venir a buscarla. Ha estado en buenas manos», dice.
«Probablemente no signifique mucho para ti, pero sí para mí. Tú y tu madre hemos estado conversando, aunque no en voz alta».
«Apreciaría que vinieras a San Francisco. Estaremos pendientes».
Adaptación del programa «Los viajes de Linard», del espacio «Documentales», del Servicio Mundial de la BBC (radio)
Fuente: http://www.bbc.com/